Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento podríamos haber recordado cuando se quebró el glaciar Perito Moreno.
Sin
embargo, la monumental pared de hielo y la monumental conjugación
verbal de algo que podría pasar en el futuro, pero cuya premisa no
sucedió en el pasado, nos desbarata una historia del más puro realismo
mágico y nos habilita a imaginar iguales formas románticas de enfrentar
la muerte pero que no sea justamente esta ni frente a un texto con
tantas sin razones como el que sigue.
Pasa
que el dique de hielo del glaciar Perito Moreno se desmoronó en la
madrugada, cuando las cámaras de televisión estaban apagadas y el parque
nacional cerrado, como prudente resguardo. Los miles de turistas
vernáculos y de tantas partes aficionados a este placer visual se
quedaron este inoportuno 2012 con las ganas.
La
vigilia del rompimiento del glaciar es una de las piezas publicitarias
más maravillosas y absurdas. Según una página regional ocho millones de
personas intentaron ver el fenómeno por Internet, muchos de los cuales
ni siquiera saben bien de qué se trata un glaciar ni dónde queda el
Perito Moreno. Pero al menos podemos estar seguro que ese rompimiento
nos tiene que destartalar aunque sea un poco el horóscopo y echar la
suerte de los suertudos y atraerla a los desgraciados.
A
fin de cuentas, el trueno y caída de tantísimas toneladas de agua
congelada, custodiada por otras barreras de igual composición pero
distinta naturaleza (éstas son aparentemente eternas) demuestra pocas
cosas pero que a falta de certezas vitales lo hacen mucho:
· Que
el Glaciar no se haya caído el 27 de octubre de 2010 demuestra que
Néstor Kirchner fue un gran presidente pero básicamente no era Dios.
Porque de serlo hubiese programado que ese mismo día se desmoronara un
monumento natural de su nativa región y el que tanto ayudó a
promocionar.
· Que
semejantes trozos de hielo cayendo y transmitidos en vivo es mucho más
atrapante televisivamente que la vigilia de la llegada de los pingüinos a
Punta Tombo, recurso publicitario que quiso emular la vecina provincia
del Chubut, pero con resultados menos interesantes y sensible menor
rating.
· Que los kelpers por un rato quisieron ser argentinos, aunque ninguno lo haya expresado verbalmente.
· Y
que debido a la irregularidad de los rompimientos (1986, 1988, 2006,
2008 y 2012: ni cada un par, ni cada cuatro años, ni sólo terminados en 6
y 8, y ni siquiera en números pares porque se registra uno en 1977) los
más probable es que Dios no exista; por eso más que bueno es haber
tenido aunque sea un gran presidente como Kirchner.
Quien
sabe cuándo se nos podrá repetir esa oportunidad de sospechar sobre la
conveniencia y existencia o no del más grande, que la televisión acapare
nuestra atención con un espectáculo potable que seguramente volverá a
ser nocturno y que los kelpers envidien, por lo menos el rato que nos
dura, ser argentinos. Pero entonces quizás tendremos una remota chance
de acordarnos como si tal cosa en ese momento supremo que es ante un
pelotón de fusilamiento.