Foto de Mabel Outeda, 19/6/1982 |
La guerra de Malvinas se puede contar de muchas maneras. Se puede contar cronológicamente escogiendo el punto de
partida en 1833, o el 2 de abril de 1982, y hasta llegar al 14 de junio de ese año. Se puede basar un relato en frías estadísticas.
También se la puede narrar desde las opiniones: "Un reclamo
justo en una guerra absurda", "una aventura militar de la dictadura", "una jugada
política de un régimen deteriorado desde todos los puntos de vista", y hasta
quienes la justifican y reivindican.
La guerra de Malvinas es como una herida que nunca termina
de cerrar y siempre termina volviendo. Y los relatos son parte de ese recurrente volver.
También he visto muchas fotografías de Malvinas: chicos cagados
de hambre, cagados de frío en un pozo de zorro, cagados de miedo y hasta
contentos. He visto pertrechos desparramados, armas oxidadas, destruidas y
amontonadas. Semblantes de mártires del espíritu nacionalista, del cementerio
en Darwin y hasta del poderío militar inglés. Había visto de todo, y hasta leído
el informe militar argentino sobre la derrota, los errores, las torturas y el
desequilibrio mental de la junta militar[1].
También leído libros periodísticos, históricos, manuales escolares y hasta coincidentes relatos en primera persona.
Sin embargo, recién en estos últimos meses vi el resumen más perfecto
de esa herida sangrante que más de tres décadas después sigue siendo la guerra
de Malvinas.
La vecina madrynense Mabel Outeda, logró captar todo el
significado y todos los hechos de la guerra de Malvinas en una sola foto. Fue
el 19 de junio de 1982, cuando más de cuatro mil soldados argentinos llegaron al
continente luego de la guerra. Entre los soldados arrimados a la puerta del
camión militar y vecinos de la ciudad alcanzando una tira de pan se conecta
mucho más que una baguette.
La recepción ciudadana, el emocionado beso de un soldado
consciente, la desobediencia civil a una dictadura militar, la ciudad que se
quedó sin pan, la llegada al continente de soldados maltratados por la guerra, cruzados por el hambre, el frío y lo que sea; la solidaridad patagónica. Hay miles
de maneras de reflexionar y narrar sobre Malvinas; pero por el contenido
simbólico, histórico y dramático la foto de esta vecina de Puerto Madryn la escojo porque resume
mucho más de todo lo que se ha escrito, analizado, opinado y hasta incluso fotografiado. Es una fotografía que por su propio motivo seguirá volviendo, recurrentemente.
[1]
Referencia al Informe Rattenbach, un análisis militar, diplomático, histórico y político
que hicieron los militares sobre todo el desarrollo del conflicto del Atlántico
Sur.