No hay momento más esperado en el calendario
de los pueblos del interior (pueblos y ciudades digo, que en el fondo siempre
siguen siendo puro pueblo) que el día en que por fin se da la llegada de “El
número nacional”. Porque “El número nacional” es quizás la demostración más
acabada del espíritu provinciano y eso es motivo de jolgorio.
Y no es por desvalorizar a los talentos
locales pero la llegada del tan esperado “El número nacional” es la
comprobación fáctica de que el lugar de uno no sólo que está en algún lugar del mundo
sino que además está en una nación. Pues
con “El número nacional” uno se percata por fin de que no está en una novela de
terror cuyo protagonista central es El ventarrón, y uno, si apenas, de reparto.
Si la farra es (nomás por dar un ejemplo) en
febrero, ya a finales de septiembre (más tardar principios de octubre), hay una
buena muchacha que es la primera en preguntarse quién será “El número nacional”
del año entrante. Y como matar el tiempo es mejor si uno lo hace matándose de
risa, a las sospechas del próximo “El número nacional” se le agrega la maldita
“carne podrida” que los periodistas tan bien conocemos. Y alguno dice que viene
Charly, otro que viene el Indio, o que viene León y uno no se la cree nada.
Pero no cree nada hasta que aparece uno que tiene fama de chusma y te dice algo
así como que “El número nacional” del año entrante es el chaqueño, y para
muchos de nosotros comienza la depresión.
Pues si bien ser “El número nacional” ya es un
reconocimiento de dudoso prestigio, a veces tampoco genera un efecto
entusiasmante. Pasa que el chaqueño seguramente ya se lo vio, y se puede decir
que a pesar de que llevaba una ridícula espuma en la cabeza, todos comprobamos
que “El número nacional” de ese año era absolutamente de carne y hueso, casi
como es uno.
Muchos son los lugareños que posarían por una
foto con “El número nacional”, otros soñarían con ser como él. Y por supuesto,
“El número nacional” tiene espuma en la cabeza cosa que lo hace fácil de
distinguir entre el resto de los comunes, normales, corrientes, simples y
gentiles pueblerinos. Lo más curioso de “El número nacional” es que a fin de
cuentas no se trata de un número sino de un simple mortal que de manera absurda
tiene espuma en la cabeza, y por lo general los pueblerinos si hay algo que no
tenemos es espuma en la cabeza y eso, en definitiva, comprueba que somos muy
distintos.
En algún lugar, “El número nacional” pasa a
ser noticia, y los comentarios son de colección. Acá se los dejo:
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