El-lal es el héroe superior en la creencia de los Tehuelches.
Las dificultades de conservación propias de la tradición oral de esta cultura
no permiten reunir en un todo univoco y coherente su historia; sin embargo, los
ancianos coincidieron en rescatar varios elementos que se conservan hasta hoy: su
procedencia de una isla mítica ubicada hacia el oriente, que El-lal sobrevivió
al afán de su padre Nosjthej por devorarlo, que fue amigo de un cisne que lo
trajo hasta estas tierras y haber sido no sólo quien creó a los hombres Tehuelches, sino que fue quien brindó los elementos necesarios para vivir en la
Patagonia. El-lal finalmente se alejaría de su propia creación tras ser
engañado por el Sol y la Luna, quienes temerosos de él no querían que se case
con la hija de los astros.
De los relatos originarios se desprende que El-lal no era un
dios único, sino el dios propio de los Tehuelches. Nació en una isla creada de
un suspiro por Kóoch, otro dios creador de una isla de gigantes, ubicada hacia
el oriente de la Patagonia. Antes de nacer El-lal, uno de esos gigantes y padre
de él (Nosjthej) abrió el vientre de la mujer-rata (su madre) para devorarlo,
pero Ter-Wer, su abuela ratón, lo refugió en una cueva salvándole la vida.
Los relatos son contradictorios sobre varios pasajes de su
historia. Una de las historias relatadas sostiene que antes de marcharse de la
isla nativa, cuando El-lal ya era lo suficientemente fuerte, se enfrentó
ferozmente a su propio padre a quien dio muerte liberando así a las especies
que habitaban su tierra original. Sin embargo, otros ancianos manifestaron que
fue la propia Ter-Wer quien convocó al cisne (Kóokne) quien lo llevó, escoltada
por bandadas de aves y otros animales acuáticos hasta la Patagonia siendo en
ese momento todavía un niño.
En esta tierra desamparada, hasta ese entonces sólo
conformada de hielo y nieve, el cisne refugió a El-lal en la cima del cerro
Chaltén y tomó, recién ya en esta tierra, solo tres días para crecer y ser lo
suficientemente fuerte. Al cuarto día, El-lal bajó por la ladera y se enfrentó
a la unión del frío (Kókeshke) y la nieve (Shie), y los derrotó tomando dos
rocas del suelo, golpeándolas entre sí e inventado uno de los elementos que
legaría a los Tehuelches: el fuego.
Al descubrir la soledad de esta tierra, El-lal creó de una
bandada de cisnes a los hombres nativos a quien les enseñó a cazar otras
especies de animales que también poblaron la Patagonia cuando siguieron al cisne
que traía a El-lal de la isla de Kóoch.
El explorador Ramón Lista también tuvo de primera mano el
relato de un anciano quien le contó esta historia. Según escribió en su libro Los indios tehuelches, una raza que
desaparece, El-lal purgó esta tierra de otras fieras mayores, enseñó a los
indios el secreto del fuego, enseñó la fabricación de armas como el arco y
la flecha, y enseñó cómo cazar animales para alimentarse y abrigarse.
Satisfecho de su obra, El-lal deambuló por esta vasta tierra
sin mayor propósito hasta que luego de vencer al gigiante Goshg-e (otro ser fantástico)
se enamoró de la hija del sol y de la luna. Los dos astros, temerosos del poder
de El-lal, no se opusieron al casamiento. Ramón Lista describe este momento:
“El-lal vuelve a ser omnipotente: solicita en matrimonio a la
hija del sol y de la luna; pero éstos, no atreviéndose a rechazar abiertamente
la alianza, se valen de un subterfugio para no acceder a la demanda: una sierva
joven toma el vestido y el nombre de aquélla; los emisarios de El-lal la
reciben y conducen al lado del Héroe, quien luego nomás descubre el engaño: su
voz entonces truena contra el sol, y su arco le amenaza con las flechas más
agudas…”[1]
El engaño demuestra su naturaleza: el dios de los Tehuelches
no es perfecto, ni omnisciente y ni siquiera omnipotente como nos cuenta Lista.
En todo caso, fue su aguerrida voluntad la que hizo vencer tanto a su padre y
al gigante Goshg-e, y también le dio la facultad de poder crear al hombre y
enseñarle generosamente los elementos esenciales para la vida.
Lista también nos cuenta su final en la tierra austral:
“Metamorfoseándose en aveccila; reúne a los cisnes sus
hermanos; pósase sobre las alas del más arrogante, y en bandada rumorosa va a
través de los mares, hacia el este, descansando en islas misteriosas que surgen
de las ondas heridas por sus flechas invisibles”. [2]
A pesar de la narración de Lista, escrita a partir del
relato del anciano Papón, también existen divergencias sobre el
final mitológico del héroe. Algunos textos recuerdan que fue el mismo cisne
amigo, el que lo trajo hasta esta tierra, quien lo devolvió hacia el este. Pero
salvando las diferencias anecdóticas, El-lal, el dios de nuestra cultura nativa,
el dios engañado, se habría alejado de los hombres hacia el océano Atlántico,
perdiéndose justo donde se funde el cielo con el mar.
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