No fue casual la elección del guionista Héctor Oesteheld cuando
en Eternauta ubicó una zona de seguridad a lo largo de la franja del río
Senguer. En su obra más citada, esa donde un grupo de cinco argentinos
enfrentan a una invasión extraterrestre en la que entre otros desafíos tienen que
sortear una nevada extraña y mortal con trajes impermeables, los resistentes no
tienen muchas opciones: o creer en las recomendaciones del exterior que captan
por un transmisor de radio, o rechazar cualquier contacto con otros seres
humanos en un momento catastrófico donde impera la ley de la selva y sino la
ley del invasor (un ser superior con armas desconocidas y traumáticas).
Eternauta es una historieta pretensiosamente premonitoria para los
intelectuales nacionalistas de la década del 50. En el mundo de la Guerra Fría
y las dificultades de la Tercera Posición, hay que unir al pueblo para enfrentar
al imperialismo, la invasión foránea.
El primer ataque fue una suerte de nevada radioactiva que
apenas hacía contacto con las personas las liquidaba.
Aunque en el desenlace la zona de seguridad vacila entre una suerte de
trampa y un artilugio invasor, Oesterheld imaginó que una buena zona de
seguridad en la Patagonia, replicando lo que pasaba en otras partes del país y del continente,
era el curso del Senguer. Este río que nace en la cordillera y concluye en los
lagos Musters y Colhue Huapi tiene una serie de ventajas geográficas
aprovechables para los sureños que si bien están bien acostumbrados a las
nevadas, no eran muy duchos en esto de invasiones imperialistas en los años 50.
El Senguer recorre de oeste a este el centro geográfico de
la región austral. En sus orillas se desarrolla una ancha franja de terrenos
fértiles, arbolados y aptos para las actividades humanas. La posición
equidistante entre los dos extremos de la Patagonia fue tal vez un aspecto central para
un Oesteheld que además de un intelectual comprometido era un vasto conocedor
de la geografía nacional. El Senguer podía conectar, además, fácilmente a los
habitantes cordilleranos, los del litoral atlántico y por supuesto los del área
central.
Desde el alto río Senguer, con su afluente lago La Plata,
hasta la ciudad de Sarmiento con sus dos lagos hay una extensión de casi 350 kilómetros que niegan la fama desértica del territorio patagónico. Oesteheld
también escribía para alertarnos, y en buena hora podemos recordar este pasaje
del Eternauta que se ha mantenido desconocido a muchos de los propios
patagónicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.