El barrio Oeste, que en realidad nunca se sabe dónde empieza respecto al barrio Fontana, tiene un club modesto donde chispean algunas esperanzas que se precipitan tan lentamente como a su vez persistentes. El club nació de otros dos antecedentes, y para ser argamasa de tantas otras cosas no se anduvieron con vueltas, y lo bautizaron Club Alianza Fontana Oeste.
El barrio plebeyo es fronterizo entre el Puerto Madryn "aséptico" que se encaja con el golfo, y el Madryn potable que se apelotona contras las bardas.
Llueve con sol y el olor a tierra mojada delata una melancolía alegre tatuada en los rostros de los que suben y bajan de lo que es la otra ciudad. Al mediodía y a la tarde, los hermanitos se van a buscar a la escuela y se llevan a cococho; los abuelos cortan camino por la diagonal de los baldíos.
Acá viven los laburantes, empleados precarios, asalariados de todo tipo, docentes, pastores religiosos, buscavidas y changarines. Es parte de ese Gran Puerto Madryn que respira al Oeste de la Juan B. Justo y que contradice el relato pulcro de una historia tan impostora que cercena bajo el rótulo de los "nacidos y criados" el testimonio de todos, sin exclusión, los Venidos y Quedados.
El Oeste parece lejano, pero a tan menudos minutos se aleja del Madryn de postal y se pisa el canto rodado de esa otra ciudad, la más discreta, la menos vendida y la más viva. Por esas cosas,
es el lugar que elegí para vivir.
Mi amigo César pasó por el umbral de la casa a tomar unos mates |
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