Dicen que el cerebro de los peces de pecera es tan pero tan
rudimentario que pueden dar un millón de vueltas en un vaso pequeño que para
ellos siempre será como si fuera la primera vez; que su memoria no logrará recordar
la primera, ni la segunda ni ninguna de las idas y vueltas que vivirá en su
desmemoriada vida de pez de adorno ambiente.
Algo así suele pasar con las amistades y enemistades
políticas, y la sociedad, medios de comunicación mediante, perderá la sucesión
de fotogramas de lo que decían, hacían y pensaban sus dirigentes, referentes
y/o funcionarios. Entonces vemos salir juntos y sonrientes del Congreso de la
Nación dos muchachotes, muy altos los dos, que se acusaron de fraude, de robo
electoral y la mar en coche. O que dos populares y verborrágicos políticos del
sur, después de echarse o renunciarse y ningunearse a cara descubierta en
cuanto medio radial, electrónico o gráfico se ponía en frente, se reúnen a
puertas cerradas para sanar sus tripas empachadas y acordar un mensaje público
para los periodistas que estaban atentos a ver el qué podían decir.
Y por caso, qué tal esa disputa política, mediática y por
ende simbólica, de enorme semántica, entre el Estado argentino y las provincias
con la otrora YPF de Repsol, la de los capitales financieros, que se decían
españoles. Los que prestan mucha atención a los chismes de los pasillos
políticos recuerdan que antes esa YPF, no la nueva recuperada por el Estado,
era una privilegiada de las medidas del gobierno nacional; tanto de Él como de
Ella.
Y en el relato histórico quedará que la actual mandataria le
puso el cascabel al gato, reduciendo a casi nada todo el proceso de ir y venir
que tuvo el gobierno con la petrolera concesionaria. Los españoles, Repsol y su
YPF ahora resultaron mala palabra. Memoria de pececito.
Pero resulta que manejar la botonera no significa manejar la
memoria. En la semana de conmemoración del 147 aniversario de Rawson, la
capital de Chubut, se paseó por el centro administrativo, por las escuelas y
por la playa, el micro de la escolta presidencial. Un ochentoso colectivo
ploteado con granaderos a caballo galopando raudamente, una estampa enorme de
San Martín nuestro gran Libertador, la leyenda “Granaderos, escolta
presidencial” y en un costadito el sponsor: “Fundación YPF” (preste atención a
la foto).
Si no fuera por el logotipo se podría haber sospechado ser
de la nueva YPF; pero no, era de la tan española que capaz que San Martín se
caería de culata si viera su rostro auspiciado por una petrolera privada, de
mayoritarios capitales foráneos. Y luego la historieta esa de “la escolta
presidencial”, que también parecía ser financiada, a modo de amistoso
protocolo, por una petrolera extranjera, con pergaminos de madre patria y antes
de ser la vaciadora, de ser la inversora de la Nueva Argentina --como decía un
ex vicepresidente y ahora gobernador de provincia-.
Por las dudas a que todo fuera un disparate, a un mal
intencionado se le ocurrió preguntar a los cuatro granaderos y una granadera que
viajaron en el ochentoso colectivo si de verdad eran granaderos, o eran cinco
grandes actores. “Somos granderos”, dijo gallardamente uno.
Muchas dudas no dejaron, porque durante los actos del
aniversario se los vio como custodios de monumentos, tocar la diana cuando se izaba
la bandera patria (otro detalle fatal: junto a la bandera nacional se izó el
pabellón de Gales, uno de los estados miembros del Reino Unido) y decir los
“¡presenten arms!” o los “vista derechz” de la vida militar.
Resulta que la averiguación no fue mucho más allá; pero si
delató que junto a la nueva YPF sigue vigente la fundación de la petrolera, con
nuevos planteos políticos y nuevo logo: la misma tipografía blanca en
mayúsculas de YPF, con un serif corto hacia las terminaciones, pero sobre un
fondo ya no azul, sino un celeste más argentino. San Martín ahora, estaría más
contento.