Desde las 7 hasta las 14 horas se habitan las oficinas públicas con dirigentes de primera y segunda línea, sus asistentes y alcahuetes, y desde las 9 hasta las 14 se mezclan con la fauna de periodistas. Los periodistas somos una comunidad de fanfarrones (algunos muy distinguidos) que corremos de acá para allá, saltando los cordones de la vereda, esquivando charcos sin perder de vista el hilo de nuestras primicias. Es una fauna achatada, donde todos hacemos lo mismo y casi con los mismos resultados.
Si hay algo que me molesta de la misma manera que los chistes internos de los abogados son los chistes internos de los redactores de periódicos y cronistas radiales.
Somos como las cajas de bizcochuelo: poné dos huevos, leche, el contenido del sobre, manteca y con un rato de horno tenés la misma torta. Y ese bizcochuelo será el mismo que vamos a desayunar al otro día, antes de volver a hacer la misma receta, con los repetidísimos ingredientes, para seguir consumiendo la misma masa morfa y achatada.
Somos la fauna de periodistas de inacabable fanfarria en el tedioso zoológico de Rawson. Ni buenos ni malos, sólo animales.
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