Cuando le dijeron “Dios, Patria y familia” entendió que no
eran sustantivos ni elegidos ni ordenados al azar. Fue su lección más brutal y
más honesta, un ropaje que se hizo piel y sustancia. Lo que vino después fue
una tragedia; pero una tragedia a fuerza de masacre, con responsabilidades y
culpas. En sus almas –jodidas almas—no hay cinismo, sino pura lógica,
raciocinio matemático, justificaciones por jerarquía, pensamiento elaborado e
historia individual. El 22 de agosto de 1972 fue sólo un desenlace, uno de los
tantos que tuvo y pudieron tener esas historias.
Dios habrá
comprendido, Dios sabrá perdonar. Pero si todo es un teatro. Defensores,
fiscales y querellantes riendo, fumando en comunidad. ¿Qué pueden saber de la
guerra? ¿Qué enemigos creen tener? ¿Contra quién y qué podrían pelear? Y los
jueces… de qué. ¡Eso! Jueces de qué. Jueces de universidad. Tampoco saben una
mierda de la guerra. Idiotas útiles. Las preguntas previsibles, la condena
anticipada, los diarios bañándose de inocencia. Culpables de ateísmo. Pantomima
corrupta.
Sentados en fila, a veces conversan. Paccagnini, Del Real,
Sosa y Marandino. Nada que se diga en las audiencias los perturba, ni los
relatos más brutales. Protagonistas estoicos de su suerte. No sienten culpa, no
les importa nada lo que ocurre. Teleconferencia, tribunales, exposición de
croquis, procedimientos y formas. Descreen de todo eso que sucede, y así creen
tener pelotas.
Nos equivocamos en no
seguir la guerra. Dios sabrá perdonar.
*Escrito durante el juicio por la denominada Masacre de
Trelew, cometida el 22 de agosto de 1972. Rawson, agosto del 2012.
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