La tilinguería se define por su propia práctica, y la
cuestión hoy aquí es saber si podemos encontrar la definición para etiquetarla a
una ciudad y no --como casi siempre-- a las personas. Lo cierto es que este
texto no pretende caer bien, pues sigue a ese gran propósito que es “escribir
para molestar”. No hay una definición absoluta de lo tilingo, pero bien podríamos resumirlo en aquella imposición basada
en nada, fijándose en lo inútil y en puras vanidades para hacerse “la fama de…”.
1 Frente a la plaza central de Puerto Madryn, centro cívico
de la ciudad del golfo, hay un locutorio con servicio de llamadas
internacionales. Diariamente decenas de peruanos y bolivianos alimentan a los
dueños del negocio con llamadas a Lima, Cochabamba y La Paz. En las paredes del
locutorio hay cinco relojes que indican las horas de París, Londres, Tokyo,
Sydney y Miami.
2 De diciembre a febrero, negros provenientes de Mali
pululan por la playa y por la rambla vendiendo relojes de imitación, plateados
y dorados, anillos, collares y pulseras en metales pulidos que se enredan en un
maletín tipo bancario. Apenas hablan castellano y trabajan todas las horas de
sol. Durante el crepúsculo se vuelven invisibles.
En el pasillo de ingreso al edificio de El Diario que se
jacta ser de la ciudad, una galería de fotos muestra a una veraniante acostada
boca abajo, brillante de aceite bronceador que contrasta con uno de estos
vendedores ambulantes de Mali, quien está parado sosteniendo su maletín abierto
y sus chucherías. El epígrafe de la foto es elocuente: “El verano ofrece los
paisajes más llamativos”. Más allá de las categorías de lo llamativo, cuando
termina febrero, hacia el final de la temporada estival, los negros ejercen (antes
de marcharse y cuando la ciudad se queda sin visitantes) su pleno derecho de
disfrutar la playa de arena: improvisando arcos con remeras y maletines, juegan
un picado once contra once, Vestidos contra Desnudos.
3 En barrio sur, entre los suntuosos chalets y la zona más
forestada del por sí escarpado paisaje madrynense, las verdulerías pasan a
llamarse “tienda de vegetales”, las veterinarias “tienda de mascotas” o
“clínica de animales” y los peluqueros se reciben de “estilistas” o “coiffeurs”.
4 Bolivia no tiene mar, pero acá a los bolivianos les sobra.
Atraídos por labores bien pagas pero esclavos de condiciones precarias de
contratación y estabilidad, cientos de inmigrantes bolivianos con ciudadanía
argentina legítima y legalmente adquirida trabajan en las empresas pesqueras de
Puerto Madryn. Antes de la medianoche los obreros esperan pacientes en llamado
para saber quienes sí y quienes no tienen trabajo al día siguiente en los
sectores de congelado, fileteros, estibadores y marineros de altura. Entre
publicidades comerciales, de inmobiliarias y cámaras empresarias y de
profesionales de la alta sociedad, los jornaleros de la actividad pesquera
esperan escuchar en la voz del locutor el destino de sus próximas 24 horas.
5 El mandatario de la ciudad salió hace un tiempo a gritar
la necesidad de lo que él llama “una reparación histórica” para su municipio.
Resulta que Puerto Madryn es solo una más de las localidades más habitadas de
la provincia del Chubut que hace años tienen mal liquidadas las regalías
petroleras. Puerto Madryn no tiene petróleo que sí tiene la región sur de la
provincia. Lo que sí tiene Puerto Madryn es una millonaria publicidad turística
sostenida por el gobierno provincial, que también le cubre un déficit también
millonario para que gocen de un catamarán turístico todo el año; y en la década
de 1970 el Estado argentino y grupos económicos privados acabaron con los
cursos rápidos de la cordillera para hacer una represa hidroeléctrica que
abasteciera de energía a Puerto Madryn. Desde la región del desastre ecológico
en pleno bosques cordilleranos hasta la ciudad del golfo hay cerca de 700
kilómetros.
6 Puerto Madryn vende humo disfrazado de Medio Ambiente. La
ciudad más importante del golfo usufructúa la fama que año tras año le da la
llegada de la ballena franca austral y las bondades ecológicas de Península
Valdés. Pero detrás de esa cortina, los deshechos que produce la actividad
pesquera se quedan sin procesar y pudriéndose en las plantas, los buques en alta
mar con la vista gorda y a veces comprada de los biólogos llevan adelante una
sistemática depredación de los recursos, y las denuncias de algunos valientes
marineros se esconden en las últimas páginas de los diarios, entre las
gacetillas que envía el gobierno provincial sobre los planes de asistencia. Por
si fuera poco, Aluar, la fábrica de aluminio más importante del país no sólo
fue la real excusa para terminar con los cauces rápidos de la cordillera, sino que actualmente desde sus chimeneas
emana veneno puro muy por encima de los índices tolerables. Cuando un ciudadano madrynense
utilizó la “banca del vecino” en el Concejo Deliberante local para denunciar el
caso, desde El Diario de la ciudad le mandaron a decir a su reportero: “Hacé
como que nunca existió”.
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