domingo, 18 de marzo de 2012

A propósito del glaciar Perito Moreno

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento podríamos haber recordado cuando se quebró el glaciar Perito Moreno.
Sin embargo, la monumental pared de hielo y la monumental conjugación verbal de algo que podría pasar en el futuro, pero cuya premisa no sucedió en el pasado, nos desbarata una historia del más puro realismo mágico y nos habilita a imaginar iguales formas románticas de enfrentar la muerte pero que no sea justamente esta ni frente a un texto con tantas sin razones como el que sigue.
Pasa que el dique de hielo del glaciar Perito Moreno se desmoronó en la madrugada, cuando las cámaras de televisión estaban apagadas y el parque nacional cerrado, como prudente resguardo. Los miles de turistas vernáculos y de tantas partes aficionados a este placer visual se quedaron este inoportuno 2012 con las ganas.
La vigilia del rompimiento del glaciar es una de las piezas publicitarias más maravillosas y absurdas. Según una página regional ocho millones de personas intentaron ver el fenómeno por Internet, muchos de los cuales ni siquiera saben bien de qué se trata un glaciar ni dónde queda el Perito Moreno. Pero al menos podemos estar seguro que ese rompimiento nos tiene que destartalar aunque sea un poco el horóscopo y echar la suerte de los suertudos y atraerla a los desgraciados.
A fin de cuentas, el trueno y caída de tantísimas toneladas de agua congelada, custodiada por otras barreras de igual composición pero distinta naturaleza (éstas son aparentemente eternas) demuestra pocas cosas pero que a falta de certezas vitales lo hacen mucho:

·         Que el Glaciar no se haya caído el 27 de octubre de 2010 demuestra que Néstor Kirchner fue un gran presidente pero básicamente no era Dios. Porque de serlo hubiese programado que ese mismo día se desmoronara un monumento natural de su nativa región y el que tanto ayudó a promocionar.

·         Que semejantes trozos de hielo cayendo y transmitidos en vivo es mucho más atrapante televisivamente que la vigilia de la llegada de los pingüinos a Punta Tombo, recurso publicitario que quiso emular la vecina provincia del Chubut, pero con resultados menos interesantes y sensible menor rating.

·         Que los kelpers por un rato quisieron ser argentinos, aunque ninguno lo haya expresado verbalmente.

·         Y que debido a la irregularidad de los rompimientos (1986, 1988, 2006, 2008 y 2012: ni cada un par, ni cada cuatro años, ni sólo terminados en 6 y 8, y ni siquiera en números pares porque se registra uno en 1977) los más probable es que Dios no exista; por eso más que bueno es haber tenido aunque sea un gran presidente como Kirchner.
Quien sabe cuándo se nos podrá repetir esa oportunidad de sospechar sobre la conveniencia y existencia o no del más grande, que la televisión acapare nuestra atención con un espectáculo potable que seguramente volverá a ser nocturno y que los kelpers envidien, por lo menos el rato que nos dura, ser argentinos. Pero entonces quizás tendremos una remota chance de acordarnos como si tal cosa en ese momento supremo que es ante un pelotón de fusilamiento.