domingo, 30 de septiembre de 2012

Matecocido


Con MSB, mi hermano.
Las hojas de los sauces reducían nuestra distancia visual hacia el frente. Esquivábamos ramas de distintas formas, algunas finas, otras gruesas, que pasábamos velozmente y que escuchábamos cuando se quebraban.
Sentí la espalda de mi hermano cuando apoyé mi cabeza en él. Luego un golpe seco, y seguido un ardor intenso en la cabeza más un gusto amargo en la boca. Me levanté de puro impulso y veo en el suelo caer unas pocas gotas rojas que se hacían moradas en la tierra, como un barro cada vez más rojo. Las primeras gotas se hicieron como un torrente, incesante. Ya era un charco. Todo se me tiñó de blanco, como una luz muy fuerte y de frente. Desesperado empecé a llorar.
Luego iba a los tumbos, lo sentía en mi espalda y cintura con golpes y mi visión era un torbellino. Sin distinguir ni enfocar nada, todo se movía de arriba-abajo, todavía era un blanco que encandilaba pero ya con algunos verdes y marrones.
Empezó a predominar un silencio tímidamente interrumpido por el sonido de utensilios de metal, me rodeaban azulejos de color celeste, el cuerpo se me dividía en dos por un fluorescente que me cruzaba horizontalmente y a un metro y medio por encima. Tras la habitación una puerta rechinaba regularmente cada unos pocos segundos, cuando parecía estar abierta se escuchaba el viento patagónico, alguna vez un ciclomotor y a veces las voces de personas que desconocía y se saludaban.
Veo los primeros rostros que también desconocía. Me daban unos tirones en el cráneo y alguien que me dice con una voz tranquila y muy clara pero de acento foráneo, mientras me muestra mi pulóver manchado y morado, “De ahora en más sos “Matecocido””.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Memoria de pececito, Cristina, la YPF española y los granaderos


Dicen que el cerebro de los peces de pecera es tan pero tan rudimentario que pueden dar un millón de vueltas en un vaso pequeño que para ellos siempre será como si fuera la primera vez; que su memoria no logrará recordar la primera, ni la segunda ni ninguna de las idas y vueltas que vivirá en su desmemoriada vida de pez de adorno ambiente.
Algo así suele pasar con las amistades y enemistades políticas, y la sociedad, medios de comunicación mediante, perderá la sucesión de fotogramas de lo que decían, hacían y pensaban sus dirigentes, referentes y/o funcionarios. Entonces vemos salir juntos y sonrientes del Congreso de la Nación dos muchachotes, muy altos los dos, que se acusaron de fraude, de robo electoral y la mar en coche. O que dos populares y verborrágicos políticos del sur, después de echarse o renunciarse y ningunearse a cara descubierta en cuanto medio radial, electrónico o gráfico se ponía en frente, se reúnen a puertas cerradas para sanar sus tripas empachadas y acordar un mensaje público para los periodistas que estaban atentos a ver el qué podían decir.
Y por caso, qué tal esa disputa política, mediática y por ende simbólica, de enorme semántica, entre el Estado argentino y las provincias con la otrora YPF de Repsol, la de los capitales financieros, que se decían españoles. Los que prestan mucha atención a los chismes de los pasillos políticos recuerdan que antes esa YPF, no la nueva recuperada por el Estado, era una privilegiada de las medidas del gobierno nacional; tanto de Él como de Ella.
Y en el relato histórico quedará que la actual mandataria le puso el cascabel al gato, reduciendo a casi nada todo el proceso de ir y venir que tuvo el gobierno con la petrolera concesionaria. Los españoles, Repsol y su YPF ahora resultaron mala palabra. Memoria de pececito.
Pero resulta que manejar la botonera no significa manejar la memoria. En la semana de conmemoración del 147 aniversario de Rawson, la capital de Chubut, se paseó por el centro administrativo, por las escuelas y por la playa, el micro de la escolta presidencial. Un ochentoso colectivo ploteado con granaderos a caballo galopando raudamente, una estampa enorme de San Martín nuestro gran Libertador, la leyenda “Granaderos, escolta presidencial” y en un costadito el sponsor: “Fundación YPF” (preste atención a la foto).
Si no fuera por el logotipo se podría haber sospechado ser de la nueva YPF; pero no, era de la tan española que capaz que San Martín se caería de culata si viera su rostro auspiciado por una petrolera privada, de mayoritarios capitales foráneos. Y luego la historieta esa de “la escolta presidencial”, que también parecía ser financiada, a modo de amistoso protocolo, por una petrolera extranjera, con pergaminos de madre patria y antes de ser la vaciadora, de ser la inversora de la Nueva Argentina --como decía un ex vicepresidente y ahora gobernador de provincia-.
Por las dudas a que todo fuera un disparate, a un mal intencionado se le ocurrió preguntar a los cuatro granaderos y una granadera que viajaron en el ochentoso colectivo si de verdad eran granaderos, o eran cinco grandes actores. “Somos granderos”, dijo gallardamente uno.
Muchas dudas no dejaron, porque durante los actos del aniversario se los vio como custodios de monumentos, tocar la diana cuando se izaba la bandera patria (otro detalle fatal: junto a la bandera nacional se izó el pabellón de Gales, uno de los estados miembros del Reino Unido) y decir los “¡presenten arms!” o los “vista derechz” de la vida militar.
Resulta que la averiguación no fue mucho más allá; pero si delató que junto a la nueva YPF sigue vigente la fundación de la petrolera, con nuevos planteos políticos y nuevo logo: la misma tipografía blanca en mayúsculas de YPF, con un serif corto hacia las terminaciones, pero sobre un fondo ya no azul, sino un celeste más argentino. San Martín ahora, estaría más contento. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Esta fauna en este zoo

Rawson es una ciudad abrumadora por las mañanas, de un cotidiano hormigueo de funcionarios, empleados, profesionales y oficinistas, y luego de estático tedio por las tardes, y ni hablar los fines de semana. Una ciudad que vive al ritmo de los tambores de la administración pública.

Desde las 7 hasta las 14 horas se habitan las oficinas públicas con dirigentes de primera y segunda línea, sus asistentes y alcahuetes, y desde las 9 hasta las 14 se mezclan con la fauna de periodistas. Los periodistas somos  una comunidad de fanfarrones (algunos muy distinguidos) que corremos de acá para allá, saltando los cordones de la vereda, esquivando charcos sin perder de vista el hilo de nuestras primicias. Es una fauna achatada, donde todos hacemos lo mismo y casi con los mismos resultados.
Si hay algo que me molesta de la misma manera que los chistes internos de los abogados son los chistes internos de los redactores de periódicos y cronistas radiales.
Somos como las cajas de bizcochuelo: poné dos huevos, leche, el contenido del sobre, manteca y con un rato de horno tenés la misma torta. Y ese bizcochuelo será el mismo que vamos a desayunar al otro día, antes de volver a hacer la misma receta, con los repetidísimos ingredientes, para seguir consumiendo la misma masa morfa y achatada.
Somos la fauna de periodistas de inacabable fanfarria en el tedioso zoológico de Rawson. Ni buenos ni malos, sólo animales.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Empatía con represores


Cuando le dijeron “Dios, Patria y familia” entendió que no eran sustantivos ni elegidos ni ordenados al azar. Fue su lección más brutal y más honesta, un ropaje que se hizo piel y sustancia. Lo que vino después fue una tragedia; pero una tragedia a fuerza de masacre, con responsabilidades y culpas. En sus almas –jodidas almas—no hay cinismo, sino pura lógica, raciocinio matemático, justificaciones por jerarquía, pensamiento elaborado e historia individual. El 22 de agosto de 1972 fue sólo un desenlace, uno de los tantos que tuvo y pudieron tener esas historias.

Dios habrá comprendido, Dios sabrá perdonar. Pero si todo es un teatro. Defensores, fiscales y querellantes riendo, fumando en comunidad. ¿Qué pueden saber de la guerra? ¿Qué enemigos creen tener? ¿Contra quién y qué podrían pelear? Y los jueces… de qué. ¡Eso! Jueces de qué. Jueces de universidad. Tampoco saben una mierda de la guerra. Idiotas útiles. Las preguntas previsibles, la condena anticipada, los diarios bañándose de inocencia. Culpables de ateísmo. Pantomima corrupta.

Sentados en fila, a veces conversan. Paccagnini, Del Real, Sosa y Marandino. Nada que se diga en las audiencias los perturba, ni los relatos más brutales. Protagonistas estoicos de su suerte. No sienten culpa, no les importa nada lo que ocurre. Teleconferencia, tribunales, exposición de croquis, procedimientos y formas. Descreen de todo eso que sucede, y así creen tener pelotas.

Nos equivocamos en no seguir la guerra. Dios sabrá perdonar.

*Escrito durante el juicio por la denominada Masacre de Trelew, cometida el 22 de agosto de 1972. Rawson, agosto del 2012.