miércoles, 15 de octubre de 2014

De un sueño

Érase un sueño invertido: pues el continente se reflejaba en el cielo. Permanecía en la mitad de cuadra que más he habitado en mi pueblo natal, sobre la vereda del hotel de mi abuela. El cielo que reflejaba la geografía del continente, distinguía claros los paisajes cenitales de la Patagonia, sus rutas y hasta los lagos del valle del corredor central. Me parecía lógico y maravilloso, lo veía junto a mi mamá. El reflejo transitaba lento, como llevado por una brisa de altura, se escapaba de a poco.
En la confitería del hotel busqué a mi papá, y cuando salimos no había reflejo, sólo un cielo celeste con almohadones de nubes bien dispersas. Sin embargo, por detrás de unos pinos que se divisaban hacia el oeste, el mapa empezaba a verse más claro y pequeño. Era como que la Tierra poseía luz propia, era capaz de reflejarse a sí misma en las capas atmosféricas.
Me impacientaba no poder mostrárselo a mi papá y hasta a mí mismo se me fugaba el reflejo que se perdía. La resolución tuvo un sueño (y no al revés): mi papá no pudo verlo, y al despertar comprendí que el reflejo no pudo ser nunca; que la Tierra carecía de luz propia y que por tanto sólo pudo ser una ilusión de sueño.

domingo, 5 de octubre de 2014

Tercera persona

Tan honesta e ideal fue la declaración que con el correr de los días empezó a pensar que nunca había sucedido. Que en realidad era una traición de sus fantasías, o una broma macabra de su angustia que se estaba volviendo crónica. Fue algunos días antes, en ese umbral de la primavera, que sospechaba ser víctima de un trabajo de brujería; pues era como una fuerza oscura y ciega que lo sujetaba en la desgracia, en una pesadumbre húmeda y fría la cual no se correspondía ni con sus actos ni con sus pensamientos.

Por una parte era incapaz de negarse a un suceso de tal tipo más allá de sus convicciones agnósticas; y por otro era lo suficientemente curioso como para resolver qué hacer en ese segmento de su vida.
Del pasado más próximo al actual había mejorado; eso no lo podía negar. Bastaba con ver las fotografías carnet para explicar el tránsito de los más terribles subsuelos a estas capas intermedias, llenas de optimismo pero de resignaciones y sacrificios con resultados por lo general modestos. También sabía que no existía una fórmula marcial que lo arrebatara de ese estado y lo soltara, lo expulsara o propulsara hacia el abismo –de luz, pero siempre se lo figuraba como un abismo—con el que había soñado recurrentemente. Pues pensaba que nada de todo eso había sucedido. Era por ese grado tal de honestidad que lo hacía ideal, y por tanto inexistente, inefable e imposible.