lunes, 19 de agosto de 2013

El-lal, el dios engañado

El-lal es el héroe superior en la creencia de los Tehuelches. Las dificultades de conservación propias de la tradición oral de esta cultura no permiten reunir en un todo univoco y coherente su historia; sin embargo, los ancianos coincidieron en rescatar varios elementos que se conservan hasta hoy: su procedencia de una isla mítica ubicada hacia el oriente, que El-lal sobrevivió al afán de su padre Nosjthej por devorarlo, que fue amigo de un cisne que lo trajo hasta estas tierras y haber sido no sólo quien creó a los hombres Tehuelches, sino que fue quien brindó los elementos necesarios para vivir en la Patagonia. El-lal finalmente se alejaría de su propia creación tras ser engañado por el Sol y la Luna, quienes temerosos de él no querían que se case con la hija de los astros.
De los relatos originarios se desprende que El-lal no era un dios único, sino el dios propio de los Tehuelches. Nació en una isla creada de un suspiro por Kóoch, otro dios creador de una isla de gigantes, ubicada hacia el oriente de la Patagonia. Antes de nacer El-lal, uno de esos gigantes y padre de él (Nosjthej) abrió el vientre de la mujer-rata (su madre) para devorarlo, pero Ter-Wer, su abuela ratón, lo refugió en una cueva salvándole la vida.
Los relatos son contradictorios sobre varios pasajes de su historia. Una de las historias relatadas sostiene que antes de marcharse de la isla nativa, cuando El-lal ya era lo suficientemente fuerte, se enfrentó ferozmente a su propio padre a quien dio muerte liberando así a las especies que habitaban su tierra original. Sin embargo, otros ancianos manifestaron que fue la propia Ter-Wer quien convocó al cisne (Kóokne) quien lo llevó, escoltada por bandadas de aves y otros animales acuáticos hasta la Patagonia siendo en ese momento todavía un niño.
En esta tierra desamparada, hasta ese entonces sólo conformada de hielo y nieve, el cisne refugió a El-lal en la cima del cerro Chaltén y tomó, recién ya en esta tierra, solo tres días para crecer y ser lo suficientemente fuerte. Al cuarto día, El-lal bajó por la ladera y se enfrentó a la unión del frío (Kókeshke) y la nieve (Shie), y los derrotó tomando dos rocas del suelo, golpeándolas entre sí e inventado uno de los elementos que legaría a los Tehuelches: el fuego.
Al descubrir la soledad de esta tierra, El-lal creó de una bandada de cisnes a los hombres nativos a quien les enseñó a cazar otras especies de animales que también poblaron la Patagonia cuando siguieron al cisne que traía a El-lal de la isla de Kóoch.
El explorador Ramón Lista también tuvo de primera mano el relato de un anciano quien le contó esta historia. Según escribió en su libro Los indios tehuelches, una raza que desaparece, El-lal purgó esta tierra de otras fieras mayores, enseñó a los indios el secreto del fuego, enseñó la fabricación de armas como el arco y la flecha, y enseñó cómo cazar animales para alimentarse y abrigarse.
Satisfecho de su obra, El-lal deambuló por esta vasta tierra sin mayor propósito hasta que luego de vencer al gigiante Goshg-e (otro ser fantástico) se enamoró de la hija del sol y de la luna. Los dos astros, temerosos del poder de El-lal, no se opusieron al casamiento. Ramón Lista describe este momento:

“El-lal vuelve a ser omnipotente: solicita en matrimonio a la hija del sol y de la luna; pero éstos, no atreviéndose a rechazar abiertamente la alianza, se valen de un subterfugio para no acceder a la demanda: una sierva joven toma el vestido y el nombre de aquélla; los emisarios de El-lal la reciben y conducen al lado del Héroe, quien luego nomás descubre el engaño: su voz entonces truena contra el sol, y su arco le amenaza con las flechas más agudas…”[1]

El engaño demuestra su naturaleza: el dios de los Tehuelches no es perfecto, ni omnisciente y ni siquiera omnipotente como nos cuenta Lista. En todo caso, fue su aguerrida voluntad la que hizo vencer tanto a su padre y al gigante Goshg-e, y también le dio la facultad de poder crear al hombre y enseñarle generosamente los elementos esenciales para la vida.
Lista también nos cuenta su final en la tierra austral:

“Metamorfoseándose en aveccila; reúne a los cisnes sus hermanos; pósase sobre las alas del más arrogante, y en bandada rumorosa va a través de los mares, hacia el este, descansando en islas misteriosas que surgen de las ondas heridas por sus flechas invisibles”. [2]

A pesar de la narración de Lista, escrita a partir del relato del anciano Papón, también existen divergencias sobre el final mitológico del héroe. Algunos textos recuerdan que fue el mismo cisne amigo, el que lo trajo hasta esta tierra, quien lo devolvió hacia el este. Pero salvando las diferencias anecdóticas, El-lal, el dios de nuestra cultura nativa, el dios engañado, se habría alejado de los hombres hacia el océano Atlántico, perdiéndose justo donde se funde el cielo con el mar.      




[1] Lista, Ramón, Los indios tehuelches, una raza que desaparece, Patagonia Sur Libros, 2006.
[2] Ibídem.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.