domingo, 16 de marzo de 2014

Ciudad tilinga

La tilinguería se define por su propia práctica, y la cuestión hoy aquí es saber si podemos encontrar la definición para etiquetarla a una ciudad y no --como casi siempre-- a las personas. Lo cierto es que este texto no pretende caer bien, pues sigue a ese gran propósito que es “escribir para molestar”. No hay una definición absoluta de lo tilingo, pero bien podríamos resumirlo en aquella imposición basada en nada, fijándose en lo inútil y en puras vanidades para hacerse “la fama de…”.   

1 Frente a la plaza central de Puerto Madryn, centro cívico de la ciudad del golfo, hay un locutorio con servicio de llamadas internacionales. Diariamente decenas de peruanos y bolivianos alimentan a los dueños del negocio con llamadas a Lima, Cochabamba y La Paz. En las paredes del locutorio hay cinco relojes que indican las horas de París, Londres, Tokyo, Sydney y Miami.

2 De diciembre a febrero, negros provenientes de Mali pululan por la playa y por la rambla vendiendo relojes de imitación, plateados y dorados, anillos, collares y pulseras en metales pulidos que se enredan en un maletín tipo bancario. Apenas hablan castellano y trabajan todas las horas de sol. Durante el crepúsculo se vuelven invisibles.
En el pasillo de ingreso al edificio de El Diario que se jacta ser de la ciudad, una galería de fotos muestra a una veraniante acostada boca abajo, brillante de aceite bronceador que contrasta con uno de estos vendedores ambulantes de Mali, quien está parado sosteniendo su maletín abierto y sus chucherías. El epígrafe de la foto es elocuente: “El verano ofrece los paisajes más llamativos”. Más allá de las categorías de lo llamativo, cuando termina febrero, hacia el final de la temporada estival, los negros ejercen (antes de marcharse y cuando la ciudad se queda sin visitantes) su pleno derecho de disfrutar la playa de arena: improvisando arcos con remeras y maletines, juegan un picado once contra once, Vestidos contra Desnudos.

3 En barrio sur, entre los suntuosos chalets y la zona más forestada del por sí escarpado paisaje madrynense, las verdulerías pasan a llamarse “tienda de vegetales”, las veterinarias “tienda de mascotas” o “clínica de animales” y los peluqueros se reciben de “estilistas” o “coiffeurs”.

4 Bolivia no tiene mar, pero acá a los bolivianos les sobra. Atraídos por labores bien pagas pero esclavos de condiciones precarias de contratación y estabilidad, cientos de inmigrantes bolivianos con ciudadanía argentina legítima y legalmente adquirida trabajan en las empresas pesqueras de Puerto Madryn. Antes de la medianoche los obreros esperan pacientes en llamado para saber quienes sí y quienes no tienen trabajo al día siguiente en los sectores de congelado, fileteros, estibadores y marineros de altura. Entre publicidades comerciales, de inmobiliarias y cámaras empresarias y de profesionales de la alta sociedad, los jornaleros de la actividad pesquera esperan escuchar en la voz del locutor el destino de sus próximas 24 horas.

5 El mandatario de la ciudad salió hace un tiempo a gritar la necesidad de lo que él llama “una reparación histórica” para su municipio. Resulta que Puerto Madryn es solo una más de las localidades más habitadas de la provincia del Chubut que hace años tienen mal liquidadas las regalías petroleras. Puerto Madryn no tiene petróleo que sí tiene la región sur de la provincia. Lo que sí tiene Puerto Madryn es una millonaria publicidad turística sostenida por el gobierno provincial, que también le cubre un déficit también millonario para que gocen de un catamarán turístico todo el año; y en la década de 1970 el Estado argentino y grupos económicos privados acabaron con los cursos rápidos de la cordillera para hacer una represa hidroeléctrica que abasteciera de energía a Puerto Madryn. Desde la región del desastre ecológico en pleno bosques cordilleranos hasta la ciudad del golfo hay cerca de 700 kilómetros.

6 Puerto Madryn vende humo disfrazado de Medio Ambiente. La ciudad más importante del golfo usufructúa la fama que año tras año le da la llegada de la ballena franca austral y las bondades ecológicas de Península Valdés. Pero detrás de esa cortina, los deshechos que produce la actividad pesquera se quedan sin procesar y pudriéndose en las plantas, los buques en alta mar con la vista gorda y a veces comprada de los biólogos llevan adelante una sistemática depredación de los recursos, y las denuncias de algunos valientes marineros se esconden en las últimas páginas de los diarios, entre las gacetillas que envía el gobierno provincial sobre los planes de asistencia. Por si fuera poco, Aluar, la fábrica de aluminio más importante del país no sólo fue la real excusa para terminar con los cauces rápidos de la cordillera, sino que actualmente desde sus chimeneas emana veneno puro muy por encima de los índices tolerables. Cuando un ciudadano madrynense utilizó la “banca del vecino” en el Concejo Deliberante local para denunciar el caso, desde El Diario de la ciudad le mandaron a decir a su reportero: “Hacé como que nunca existió”.

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