sábado, 23 de mayo de 2015

cht cht...

Sentado en el umbral de mi casa --una vez más-- conversando con mi amigo Jonathan --un borrego de siete años que explica sus cosas con un movimiento de manos y de cuello como si fuera una marioneta-- vimos el pasar de una chica que conocía.
Para saludarla le chisté: cht cht... cht cht... Pero como si pasara la misma nada no dejó de mirar hacia el frente, con la cabeza ligeramente picada, y como si pasara de todo aceleró su paso, raudo, escapando. Vencido la tuve que llamar por su nombre: una vez, una segunda vez y como ya se escapaba definitivamente, una tercera vez y más fuerte y quizás... más imperante.
Fue ahí cuando pensó que mejor era mirar.
Fue ahí que me di cuenta del machismo, y en el nefasto entrenamiento que ellas y nosotros tuvimos que tener.

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