jueves, 20 de septiembre de 2012

Memoria de pececito, Cristina, la YPF española y los granaderos


Dicen que el cerebro de los peces de pecera es tan pero tan rudimentario que pueden dar un millón de vueltas en un vaso pequeño que para ellos siempre será como si fuera la primera vez; que su memoria no logrará recordar la primera, ni la segunda ni ninguna de las idas y vueltas que vivirá en su desmemoriada vida de pez de adorno ambiente.
Algo así suele pasar con las amistades y enemistades políticas, y la sociedad, medios de comunicación mediante, perderá la sucesión de fotogramas de lo que decían, hacían y pensaban sus dirigentes, referentes y/o funcionarios. Entonces vemos salir juntos y sonrientes del Congreso de la Nación dos muchachotes, muy altos los dos, que se acusaron de fraude, de robo electoral y la mar en coche. O que dos populares y verborrágicos políticos del sur, después de echarse o renunciarse y ningunearse a cara descubierta en cuanto medio radial, electrónico o gráfico se ponía en frente, se reúnen a puertas cerradas para sanar sus tripas empachadas y acordar un mensaje público para los periodistas que estaban atentos a ver el qué podían decir.
Y por caso, qué tal esa disputa política, mediática y por ende simbólica, de enorme semántica, entre el Estado argentino y las provincias con la otrora YPF de Repsol, la de los capitales financieros, que se decían españoles. Los que prestan mucha atención a los chismes de los pasillos políticos recuerdan que antes esa YPF, no la nueva recuperada por el Estado, era una privilegiada de las medidas del gobierno nacional; tanto de Él como de Ella.
Y en el relato histórico quedará que la actual mandataria le puso el cascabel al gato, reduciendo a casi nada todo el proceso de ir y venir que tuvo el gobierno con la petrolera concesionaria. Los españoles, Repsol y su YPF ahora resultaron mala palabra. Memoria de pececito.
Pero resulta que manejar la botonera no significa manejar la memoria. En la semana de conmemoración del 147 aniversario de Rawson, la capital de Chubut, se paseó por el centro administrativo, por las escuelas y por la playa, el micro de la escolta presidencial. Un ochentoso colectivo ploteado con granaderos a caballo galopando raudamente, una estampa enorme de San Martín nuestro gran Libertador, la leyenda “Granaderos, escolta presidencial” y en un costadito el sponsor: “Fundación YPF” (preste atención a la foto).
Si no fuera por el logotipo se podría haber sospechado ser de la nueva YPF; pero no, era de la tan española que capaz que San Martín se caería de culata si viera su rostro auspiciado por una petrolera privada, de mayoritarios capitales foráneos. Y luego la historieta esa de “la escolta presidencial”, que también parecía ser financiada, a modo de amistoso protocolo, por una petrolera extranjera, con pergaminos de madre patria y antes de ser la vaciadora, de ser la inversora de la Nueva Argentina --como decía un ex vicepresidente y ahora gobernador de provincia-.
Por las dudas a que todo fuera un disparate, a un mal intencionado se le ocurrió preguntar a los cuatro granaderos y una granadera que viajaron en el ochentoso colectivo si de verdad eran granaderos, o eran cinco grandes actores. “Somos granderos”, dijo gallardamente uno.
Muchas dudas no dejaron, porque durante los actos del aniversario se los vio como custodios de monumentos, tocar la diana cuando se izaba la bandera patria (otro detalle fatal: junto a la bandera nacional se izó el pabellón de Gales, uno de los estados miembros del Reino Unido) y decir los “¡presenten arms!” o los “vista derechz” de la vida militar.
Resulta que la averiguación no fue mucho más allá; pero si delató que junto a la nueva YPF sigue vigente la fundación de la petrolera, con nuevos planteos políticos y nuevo logo: la misma tipografía blanca en mayúsculas de YPF, con un serif corto hacia las terminaciones, pero sobre un fondo ya no azul, sino un celeste más argentino. San Martín ahora, estaría más contento. 

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