sábado, 8 de septiembre de 2012

Empatía con represores


Cuando le dijeron “Dios, Patria y familia” entendió que no eran sustantivos ni elegidos ni ordenados al azar. Fue su lección más brutal y más honesta, un ropaje que se hizo piel y sustancia. Lo que vino después fue una tragedia; pero una tragedia a fuerza de masacre, con responsabilidades y culpas. En sus almas –jodidas almas—no hay cinismo, sino pura lógica, raciocinio matemático, justificaciones por jerarquía, pensamiento elaborado e historia individual. El 22 de agosto de 1972 fue sólo un desenlace, uno de los tantos que tuvo y pudieron tener esas historias.

Dios habrá comprendido, Dios sabrá perdonar. Pero si todo es un teatro. Defensores, fiscales y querellantes riendo, fumando en comunidad. ¿Qué pueden saber de la guerra? ¿Qué enemigos creen tener? ¿Contra quién y qué podrían pelear? Y los jueces… de qué. ¡Eso! Jueces de qué. Jueces de universidad. Tampoco saben una mierda de la guerra. Idiotas útiles. Las preguntas previsibles, la condena anticipada, los diarios bañándose de inocencia. Culpables de ateísmo. Pantomima corrupta.

Sentados en fila, a veces conversan. Paccagnini, Del Real, Sosa y Marandino. Nada que se diga en las audiencias los perturba, ni los relatos más brutales. Protagonistas estoicos de su suerte. No sienten culpa, no les importa nada lo que ocurre. Teleconferencia, tribunales, exposición de croquis, procedimientos y formas. Descreen de todo eso que sucede, y así creen tener pelotas.

Nos equivocamos en no seguir la guerra. Dios sabrá perdonar.

*Escrito durante el juicio por la denominada Masacre de Trelew, cometida el 22 de agosto de 1972. Rawson, agosto del 2012.

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