sábado, 28 de septiembre de 2013

La vida es una cosa buena

Las lecciones que aprendimos y las personas que nos han enseñado algo. Ya fuera caminar, pedalear la bicicleta, las tablas de multiplicar o simplemente a confiar y por el solo hecho de saber que algo hemos aprendido y que alguien nos ha enseñado nos revela que la vida en sí es una cosa buena.
La pila de amigos que hicimos, algunos más o menos efímeros, los que tenemos la certeza de que son para siempre, esos que nos recordaron todo lo bueno y esfumaron todo lo malo, aunque hayan cambiado, se hayan ido lejos o nos hayamos enojado irreconciliablemente pero  por el solo hecho de haberlos sentido como amigos nos demuestra que la vida es una cosa buena.
Los libros de García Márquez, el ron cubano, el gol de Maradona a los ingleses, Casimiro tirando caramelos desde el avión, el viento, la lluvia, la poesía y la pintura, las aves migratorias y los frutos de invierno nos recuerdan que la vida es una cosa buena.
Los amores y los amoríos, los que llegamos a desnudar y los que nos dejaron como un trompo, los que remamos hasta creer que era posible, los que tuvimos miedo de confesar, los primeros besos y hasta los besos que cerraron historias confirman una vez más que la vida es una cosa buena.
Las rebeldías, los placeres insalubres, los bolsillos amplios y hondos, la invención de la rueda y el humus no nos permiten ninguna coartada: la vida es una cosa buena.
El mar, la fotosíntesis, cuando nos dejan pisar el césped, las explicaciones simples, las maravillas inexplicables y los tozudos en explicar cualquier cosa, la increíble teoría del color, el verano y hasta los que se juegan el lomo por una causa justa nos dejan sin escapatoria: la vida es una cosa buena.


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