jueves, 26 de junio de 2014

Facón Grande

Sabemos de Facón Grande que el día que lo fusilaron tuvieron que darle dos cargas consecutivas disparadas de cuatro fusiles; que los ocho disparos ni siquiera lo voltearon hasta que no expiró, que se murió girando sobre sí mismo, y que antes de la muerte a traición les aseguró a los milicos, mirándolos a los ojos, que “así no se mataba un criollo”.
Sabemos que Facón Grande tenía ascendente por sobre la peonada, que no era ni patrón ni líder, sino un hombre cierto, de hablar claro para los paisanos y que no sabía de ideologías ni revoluciones, pero intuitivamente sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Sabemos que Facón Grande no era un asceta, pero tampoco era un borracho; que no era violento pero que tampoco le quitaba el cuerpo a las rencillas y le cantaba las cuarenta a sus compañeros o a sus patrones de acento inglés.

Sabemos que le decían Facón Grande, que una larga daga con funda de plata llevaba cruzado al cinto, por detrás de la cintura. Sabemos que su alias generaba todo tipo de leyendas, pero que nunca despellejó a nadie. Sabemos que el coronel Varela lo sentenció sin siquiera poder vocalizarlo, que alzó cuatro dedos de su mano indicando a sus subalternos los cuatro balazos contra un hombre indefenso y maniatado. Sabemos que Facón Grande no murió ni arrodillado ni volteado, que a los criollos como Facón Grande ni siquiera se los mata con cuatro balazos traicioneros.  

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